Muy mal se tiene que dar para que en las últimas semanas no hayas escuchado alguna crítica a la religiosidad que rezuma el disco LUX de Rosalía. Y hoy, Día de la Inmaculada Concepción, me parece una excusa perfecta para reivindicar la espiritualidad como fuente de inspiración en la tradición histórico-artística.
La Inmaculada Concepción es un dogma que, más allá de lo religioso, nos permite reflexionar sobre un relato que se empeñó en construir a María como referente ideal femenino. No bastaba con que encarnase las exigencias del patriarcado (maternidad, obediencia, sumisión, ausencia de deseo…); era necesario dejar claro que esa pureza estaba en ella desde su concepción en el vientre de Santa Ana, libre de toda mácula.
Muchos son los símbolos que han acompañado a María para hablar de su pureza: flores blancas, lunas ideales (herederas del imaginario pagano), perlas, agua… e incluso abejas.
Si quieres conocer el porqué de algunos de estos símbolos, te espero el domingo 14 de diciembre en nuestra Ruta de Arte y Espiritualidad en el Centro Niemeyer.
En ella encontrarás desde la talla barroca de Santa Teresa en éxtasis hasta la obra de Marina Abramović, fotografiada en la Laboral de Gijón, reinterpretando la experiencia mística desde lo contemporáneo, igual que hace Rosalía. LUX juega con la mística como fuente estética y conceptual, como lo lleva haciendo la Historia del Arte durante siglos.
Con la misma emoción con la que nos acercamos a una catedral gótica —no solo como espacio litúrgico, sino como objeto artístico— podemos disfrutar de pinturas, esculturas e incluso música, invitándonos a vivir una nueva experiencia estética.








